Cuando argentinos y vecinos de las dos “guay”, Paraguay y Uruguay, más Brasil, hacen cientos de kilómetros para darse cita en el altar que lo recuerda a Antonio Mamerto Gil Núñez, en una de las banquinas de la Ruta Nacional 123, cerca de la Ciudad de Mercedes, Provincia de Corrientes, Argentina y cuando un fervor enorme prende en el corazón de tantos hombres y mujeres, silenciemos a la razón, que bien pueden existir fuerzas que nos son desconocidas. Una de ellas puede estar encarnada en la figura y leyenda del Gauchito Gil
Esos fenómenos de difícil explicación
Este fenómeno religioso, cultural, pagano, místico, según la mirada de cada quien, se circunscribía a las tierras correntinas y de la que llamábamos la Mesopotamia Argentina. Ahora con los puentes que todo lo unen, esos camioneros, los mismos que tanto hicieron para la difusión de la Difunta Correa y otros cultos populares o aún la Virgen de Luján, pintada en tantas cabinas de transportistas, han hecho que la figura de este “colorado” correntino ajusticiado en 1870, sea todo un acontecimiento que aglutina cada 8 de enero y aún en fines de semanas previas, hasta el medio millón de peregrinos.
Donde el colorado predomina
Y ahí está la fe volcada ante la figura del soldado identificado por las banderas, pañuelos de cuello e indumentarias con los colorados, una de las facciones en que se dividieron los ejércitos correntinos. Los otros son los celestes y de estos tenemos el recuerdo en el pintado de muchas viviendas rurales, nuestros clásicos ranchos argentinos a dos aguas, con un alero en el frente o al costado, que por estas provincias puede estar encalado de un celeste muy fuerte.
De cuando había Colorados y Celestes
Así siguen presentes los colorados y celestes, mientras se agiganta la figura del Gauchito Gil de quien se cuenta que le ha dicho esa quien iba a degollarlo, mientras colgaba de los pies como se ata a veces a los cerdos o cabritos para que la sangre se escurra hacia abajo con prontitud, que no cumpliera el mandato, que ya la orden del perdón por su deserción estaba siendo llevada hacia Mercedes. El Sargento se dispuso a matarlo lo mismo haciéndole chanzas por su suerte. A esto el Gaucho Gil le habría contestado: «No, si yo sé que lo mismo me vas a degollar, pero sé que va a pasar… cuando llegues a Mercedes, junto con la orden de mi perdón te van a dar la noticia de que tu hijo se está muriendo de mala enfermedad, y como vos vas a derramar sangre de un inocente, invócame para que yo interceda ante Dios y cure a tu hijo”. Cosa que, según se cuenta, habría ocurrido, dando paso a la fama de curandero con solo rezarle.
Esos criollos que morían con dignidad
Por un lado aquí comienza la leyenda uno siglo largo atrás. Por el otro, para comprender de la entereza de nuestros criollos rioplatenses, Jorge Luis Borges relata en uno de sus escritos situados en la Banda Oriental del Uruguay, sobre dos sargentos de un mismo batallón que iban a ser degollados y que habían tenido muchos enfrentamientos. Se pusieron en posición de largar una carrera para ver quien caía más lejos y ganaba esa última disputa en el postrer momento de sus vidas, con sus compañeros apostando por uno u otro, aunque luego también les esperaba el cuchillo. Es sabido que a veces los degollaban sin tener que atarles las manos, mansamente se abrían las camisas y exponían el cuello hacia adelante, para ponérselo más fácil a ese otro gaucho que sólo cumplía una orden.
Nuestras soldadescas que recuerdan las mesnadas castellanas
Por lo tanto, en el mismo sacrificio del Gauchito Gil se revive esos ajusticiamientos por el enemigo, que era un paisano suyo sólo diferenciado por el color de una bandera, o en su caso como castigo por la deserción, dicen algunos, por no querer guerrear contra hermanos. Lo cierto que tras Mayo 1810, con la posterior separación de Paraguay y Uruguay de las Provincias Unidas del Río de la Plata, o aun cuando ya predominaba la denominación de República Argentina, tantos fueron los años de barbarie en luchas fratricidas, defendiendo los intereses de estancieros y hombres poderosos de distintas regiones. Hoy muchos de ellos tienen estatuas y nombres de calles y plazas. Un gauchito correntino ha hecho que su sangre se santificara y redimiera a tanto pobre peón rural que, como en las mesnadas castellanas, debía ir a matar o morir por el mandato del patrón.
Lo llaman El Santo del Pueblo
Si pasa por la intersección de las rutas 119 y 123, a 8 kilómetros de la ciudad de Mercedes, situada a 243 kilómetros de la capital provincial, o va a peregrinar como lo hacen muchos cada 8 de enero, fecha en que se recuerda el fallecimiento del Santo del Pueblo, el Gauchito Gil, recuerde que debe bajar la velocidad de su vehículo y saludarlo con un toque de bocina. Dicen que es el salvoconducto para tener un buen viaje. Si es día de peregrinaje, como ha ocurrido en 2013, el dispositivo policial le hará transitar a 20 km por hora un largo tramo, pues cientos de miles de personas se sitúan en torno a ese altar popular orlado por rojas banderas. Si fueron medio millón o no, casi no tiene importancia… eran muchos cientos de miles y eso algo dice.
Desde Mercedes, Corrientes, Matías Ángel Ok en Luna Tukma Radio se adentra en la historia del Gauchito Gil
RELATO DE EDUARDO ALDISER – MADRID 2010 / PONTEVEDRA 2024