Nuestro querido amigo Ramiro Montoya, de quien tengo tan gratos recuerdos cuando compartíamos redacción en Madrid, él dando forma a la revista Raíz Colombia y en mi caso, Raíz Argentina, en la primera década de este siglo, tiene firmados libros de distintas características.
Están los de ficción con la realidad colombiana como argamasa, estudios de la lengua o aquel La Sangre del Sol que se refiere a la conquista española de las Américas, con datos de Argentina incluidos. Hoy charlaremos con él de un nuevo libro que ya por el título nos pone en situación: “El Liberto Angola compra una esclava y otras Tratas en País del Oro». Muy buen conversador y de un acervo cultural que lo destaca, con Ramiro siempre se abren ventanas a mundos increíbles…
¿A qué atribuye que tu novela recién puesta en circulación ya esté agotada en la editorial que la imprimió en Bogotá, Ramiro?
Gracias por tu pregunta, porque me da ocasión de pedirle al editor que ponga a funcionar su máquina impresora. Y voy al fondo de la cuestión para contarte que en esta novela he trabajado por más de cinco años, cuidando la estructura, corrigiendo el estilo, haciendo amena la narración. De modo que el lector encuentra un trabajo de calidad, que lo mete en una historia del siglo XVIII con temáticas que están en boga en este siglo XXI.
No será una alteración “presentista” lo que estás proponiendo!
Me he cuidado mucho de ese peligro. Lo que los lectores van encontrar en esas páginas es una historia de libertos y esclavas en el siglo XVIII en el Virreinato de la Nueva Granada; pero con la afortunada coincidencia que los personajes y su entorno se encuadren en los tres grandes conflictos de nuestros días: El feminismo ya que tres mujeres (abuela, hija y nieta) son las protagonistas de la historia; la protesta de los negros en todo el mundo, herederos de los esclavos y libertos de la Nueva Granada que describe mi novela; y la esclavitud como expresión del poder de los blancos sobre las minorías de color que se pinta en el drama, en las castas y en el trabajo de minería en los ríos tropicales.
¿A qué región te refieres cuando describes “el País del oro?
En los ríos de la Nueva Granada los colonizadores españoles encontraron una enorme riqueza del metal amarillo. Para su explotación trajeron esclavos negros que se vendían en el mercado de Cartagena de Indias, que fue la plaza más potente en esas compraventas para el Caribe, Panamá y el Perú. En la explotación del oro que se exportaba a España, la esclavitud alcanzó su plena inequidad, con todas las formas de tortura, despojo, violencia, humillación y menosprecio que estaban previstos para unos seres que se compraban y vendían como si fueran animales. En aquellas riberas de aluvión, sobre arenas de oro se vivía lo peor de la condición humana, tanto en la expresión del poder blanco como en el sufrimiento de los negros.
Pero en tu relato aparecen libertos y libertas ¿Cómo se da ese fenómeno?
Con esa observación entraríamos en la trama central de esta historia, y es mejor dejar que el interés de los lectores la descubra cuando tenga el libro en sus manos. Pero es bueno citar a uno de los personajes, un mulato que dice: “En esta tierra hay muchos esclavos libertos porque hay mucho oro que los puede salvar de la crueldad del amo»
La novela cuenta el hecho sorprendente de que algunos negros y negras cuando adquieren la condición de libertos y tienen ahorros adicionales, compran sus propios esclavos y esclavas para conseguir el estatus de propietarios y disponer de una servidumbre doméstica, resultando al final un cuadro de negros que son amos de otros negros esclavos. La historia concreta es la de tres generaciones de esclavas (compradas por otros negros, libertos éstos) que son llevadas a trabajos vinculados a la minería de aluvión, en el País del Oro. La riqueza que producen estas riberas transforma las relaciones entre amos y esclavas a un grado que permite a la esclava de tercera generación convertirse en propietaria de otros esclavos.
Tu experiencia como lexicógrafo que con anterioridad ha publicado varios diccionarios, debe haber encontrado material muy complejo en el leguaje de los negros que vinieron de África y debían obedecer órdenes en lenguaje de los españoles.
Respondo con mucho gusto, porque en el manejo del lenguaje se da unos de los valores que tiene mi novela que comprende medio siglo (1740 a 1810) de una sociedad que integran propietarios, esclavos y libertos, negros y mulatos, en un entorno de colonialismo hispano-católico. En ese escenario se mezclan las excrecencias del poder de los blancos con la crueldad, la miseria y la degradación contra los negros esclavos. Perduran, sin embargo, como un valor con fuerza propia, elementos del idioma castellano de la época y del lenguaje local, plagado de americanismos por lo cual incluyo un Glosario.
¿Qué particularidades aporta tu novela a la literatura iberoamericana, estimado Montoya?
Para no hacerme muy extenso, te indico éstas tres: Por una parte es una historia que se adentra en la complejidad de las relaciones de las esclavas y sus amos –blancos o negros– que van desde la dependencia en el trabajo doméstico hasta la sumisión en la servidumbre sexual; desde la violación ocasional o continuada hasta la apropiación de sus hijos que nacen como propiedades del dueño; desde la aplicación de toda clase de castigos físicos y los más arduos trabajos hasta el menosprecio por cualquier manifestación de sus creencias y aspiraciones. De modo primordial el relato se adentra en la única apuesta que el esclavo puede jugar sobre su futuro: el pecunio que le permite ahorrar para pagar su carta de libertad.
Una segunda es el marco socioeconómico en que se mueven los personajes es el mercado de esclavos de Cartagena; la minería de aluvión, con sus actividades complementarias del comercio y del transporte fluvial en champán, piraguas y canoas; y los talleres de orfebrería de Mompox.
Por último está la vida de los negros, mulatos y zambos se describe en el entorno de los oficios desempeñados por las mujeres esclavas y libertas, y por los hombres, destinados –ellas y ellos– a la minería de aluvión, el transporte del oro, la orfebrería de filigrana, y la compraventa y alquiler de esclavos.
Ha sido un feliz reencuentro contigo Ramiro. Y estaremos atentos a cuanto vayas elucubrando y editando en el futuro, con un abrazo que te envío desde Pontevedra
Gracias, amigo Aldiser, por esta oportunidad de dar a conocer mi novela. Te dejo mi “adiós” con esta dirección de mail: rmontoya66@telefonica.net
Me parece muy bien querido amigo colombiano. Y no quiero dejar pasar por alto las espectativas y elogios que han surgido en tu tierra, esa Antioquia que me has sabido mostrar con palabras muchas veces.
Vaya cómo apéndice de la entrevista
He leído una nota del geológo, humanista e investigador José Hilario López en el Diario El Mundo de Medellín del que me permito reproducir unos párrafos, invitando a nuestroas lectores a leer completo el trabajo.
Dice don José Hilario López…
«El liberto Angola compra una esclava y otras tratas en el País del Oro», la nueva novela de Ramiro Montoya, es un relato escrito con la más depurada factura literaria sobre la vergonzosa historia de la esclavitud de los afrodescendientes en el distrito minero de Zaragoza, una oportuna coincidencia donde los personajes se encuadran en los conflictos de nuestros días: El feminismo y la protesta de los negros descendientes de los esclavos de todo el mundo, ante la discriminación que todavía sobrevive. (…)
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Volvamos al libro de Ramiro Montoya, conmovedora historia de tres mujeres negras esclavas al servicio de blancos y mulatos libertos de Zaragoza, la zona productora del oro y de Mompox, población esta última donde se instalaron comerciantes, orfebres y contrabandistas.
Existe un documento notarial que registra la compra en Cartagena de Indias de una esclava de nueve años que sería bautizada por sus dueños como Lorenza Criollo. La compra se hizo en 1741 y por ella se pagaron 200 pesos a un judío portugués que actuaba como depositario de contrabandistas holandeses que la habían traído de Curazao. Este relato de Ramiro Montoya se centra sobre la vida de Lorenza, sus descendientes directas Jacinta e Isabel y sus respectivos amos en el País del Oro. Los propietarios de las tres esclavas entregaban sus hijas a una “criollera”, que las cuidaba hasta que pudieran ser, a su vez, vendidas o alquiladas a nuevos amos, que las empleaban en las labores mineras, así como en los trapiches, oficios domésticos o en la orfebrería del oro en Mompox. Las mujeres esclavas llegaron a ser más valiosas que los mismos varones por tres razones principales: mayor sumisión a los amos, versatilidad en varios oficios, pero sobre todo por el valor de sus crías hembras, a lo que se agregaba el derecho de pernada.
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La conmovedora historia alcanza su final con Isabel que llegó a dominar el arte de la orfebrería del oro (la llamada “alambrería”), en el taller que su amo Heliodoro Brand tenía en Mompox, de quien con sus propios ahorros había logrado comprar su libertad y hasta pudo ella misma pagar su propia manumisión.
ENTREVISTA DE EDUARDO ALDISER – PONTEVEDRA 2020