De Cantinas Riachuelo y Quinquela – Por Claudia Sandino

Resulta que Cantina es una palabra italiana que significa bodega, cueva, sótano para guardar vinos. Tiene también otros significados como el derivado del uso militar: puesto de bebidas y comidas rápidas en los cuarteles y campamentos donde concurrían los soldados que tenían unos pesos para divertirse y/o consumir alimentos de mejor calidad que los que recibían habitualmente en el servicio. Los argentinos adoptamos el término para el uso común, refiriéndonos a “cantina” como un tipo de restaurante de comidas sencillas y caseras, que comenzaron siendo muy modestos, por cierto, hasta convertirse en lugares sofisticados y caros como los que hoy conocemos.

 

Nuestro tango recuerda a esas cantinas en algunas de sus letras como todo un símbolo de época; siempre asociado a los inmigrantes italianos, a sus costumbres y a su zona de mayor residencia, el barrio de la Boca, especialmente los genoveses / xeneises.

De Cantinas, Riachuelo y Quinquela
Tangos: La cantina y Aquella cantina de la rivera
Por Claudia Sandina

Entre esas letras podemos mencionar justamente a La cantina. Una obra maestra en la que la sublime composición musical se engarza perfecta en la poesía, y en esa unión, nos regalan una misma imagen, un mismo sentimiento que nos transporta mágicamente en el tiempo. Una espectacular composición de dos genios creadores, Cátulo Castillo y Aníbal Troilo.


Inmortal tango La Cantina y aquel otro, Aquella cantina de la Ribera

Cátulo Castillo escribió esta bella y delicada poesía en la década de 1950, cuando el paisaje desolador de La Boca y del Riachuelo era ya muy distinto al de décadas anteriores. Habían quedado atrás esas sombras que se alargan en la noche del dolor, como escribiera Cadícamo en su célebre Niebla del Riachuelo.

El profundo amor y admiración que Cátulo sintió siempre por su padre – el poeta y dramaturgo José González Castillo, fallecido en 1937, y “cuya muerte provocó en su espíritu una fuerte sensación de angustia y catástrofe” (1)– lo pudo haber inspirado, tal vez, para revivir esa vieja postal boquense. Y se me ocurre esto, porque en 1926 padre e hijo habían compuesto juntos Aquella cantina de la Ribera, un tango que ambos habían dedicado al amigo Benito Quinquela Martín, el famoso y popular “pintor del Riachuelo” que por entonces ya triunfaba con su arte en diversas pinacotecas del mundo. Claro que en aquella oportunidad, el joven Cátulo – de 20 años de edad – había compuesto sólo la música del tango. (Porque recordemos que Cátulo comenzó siendo músico; fue profesor de música y hasta llegó a tener una orquesta; la escritura, donde también brilló, vino después). Así comenzaban las primeras estrofas de aquel tango encantador, del padre y el hijo:

“Brillando en las noches del puerto desierto,
como un viejo faro, la cantina está
llamando a las almas que no tienen puerto
porque han olvidado la ruta del mar.

Como el mar, el humo de niebla las viste,

y envuelta en la gama doliente del gris

parece una tela muy rara y muy triste

que hubiera pintado Quinquela Martín….

Casi treinta años después, Cátulo Castillo pintará con su pluma y con su alma ese rincón del paisaje de Quinquela en una letra propia. Con la habitual melancolía que caracteriza a su poesía, supo evocar en los versos de La Cantina esa fuerte y contenida nostalgia de los inmigrantes -en su mayoría italianos- que llegaron de a cientos desde fines del siglo XIX y principios del XX y que se radicaron principalmente en la Boca.


La cantina, llora siempre que te evoca, cuando toca piano piano, su acordeón el italiano… La Boca… ese puerto alguna vez bullicioso, salpicado de rostros de diferentes razas y colores, al que los barcos, como los amores, llegaban y partían. Tarantela del barco italiano, la cantina se ha puesto feliz, pero siento que lloran lejano, tu recuerdo vestido de gris.

Uno puede no haber vivido esa época, esos años, pero ¡quien no ha recibido estos recuerdos cargados de emoción de la boca de nuestros padres o abuelos! Como dijo el poeta Héctor Negro, ellos nos cuentan las cosas que no vimos porque llegamos tarde.

Versión del tango argentino La Cantina interpretada por la orquesta Anibal Troilo con el cantor Jorge Casal

La Cantina

Tango argentino (1954)
Letra: Cátulo Castillo
Música: Aníbal Troilo

Ha plateado la luna el Riachuelo,
y hay un barco que vuelve del mar,
con un dulce pedazo de cielo,
con un viejo puñado de sal.
Golondrina perdida en el viento,
por qué calle remota andarás,
con un vaso de alcohol y de miedo,
tras el vidrio empañado de un bar.
La cantina,llora siempre que te evoca,
cuando toca piano, piano,su acordeón el italiano…

La cantina,es un poco de la vida,
donde estabas escondida
tras el hueco de mi mano,
de mi mano.Que te llama silenciosa,
mariposa que al volar,
me dejó sobre la boca,
sí me dejo sobre la boca,
un salado gusto a mar.

Se ha dormido entre jarcias la lunal
lora un tango su verso tristón,
y entre un poco de viento y de espuma,
llega el eco fatal de tu voz.
Tarantela del barco italiano,
la cantina se ha puesto feliz,
pero siento que lloran lejano
tu recuerdo vestido de gris.

(1) Publicación hecha en 1944 en “Breogán”, revista del Centro Gallego de Buenos Aires y reproducido por el periódico “Nuevo Ciclo”, agosto 2006, en el suplemento homenaje al centenario del nacimiento de Cátulo Castillo.

Claudia Sandino, escritora, dramaturga y periodista de Buenos Aires – Argentina

EDITADO POR EDUARDO ALDISER – PONTEVEDRA 2017