Néstor Blanco – Guitarrista argentino en Galicia

 

Una guitarra que fue templando por Lanús, Isidro Casanova, Barracas… y cuando el nuevo siglo se iba instalando, Néstor Blanco hizo los petates y se vino a la tierra de sus ancestros… la guitarra sigue sonando con la misma emoción…

 

 

 

De Lanús, en Argentina, a Pontevedra… que es un puente de piedra, Néstor, ¡Vaya cambio! Antes de venirnos para estas tierras ¿Qué recuerdos y vivencias quedan de la ciudad de los granates… la escuela, los primeros pasos musicales?

Lo del Sur en el futbol me viene de mi viejo que se crió en Barracas; para llegar a Lanús, en la provincia de Buenos Aires, hay que pasar por Avellaneda, es decir por la cancha de Racing, no sé si me explico!. Los primeros pasos en la música… como todos los chicos en la escuela en aquel momento: ¡el tonete!


Ya con la guitarra en ristre… ¿Cuáles fueron los pasos en tu formación musical y como guitarrista?

Me crié en una casa de gente muy dada a la música. Mi tío tocaba flamenco, mi vieja cantaba (y canta) de maravilla. Recuerdo que en las navidades se formaba una coral completa cuando cualquiera de ellos insinuaba un mínimo verso de alguna de las canciones que aprendieron cuando niños en la Galicia que habían dejado atrás pero que no podían olvidar. Mientras mi mamá hacía la primera, mi abuelo y mi tío Manolo se iban para los bajos que era el lugar en que más cómodos se sentían.

Pero la mayor influencia fue la de Carlos, mi hermano mayor. Tocaba la guitarra y componía muy bien. Como me llevaba 14 años, estaba en otra historia…Beatles, Serrat, Almendra, Los Gatos, el Jazz, Piazzola…y yo era un piojito, pero mientras mis compañeros de primaria escuchaban “Alta tensión” yo me estaba “curtiendo” con otras cosas.


Y ya después a comenzar la carrera, hacer cosas…

Eran épocas lindas, y los días eternos. Tenía 14 años cuando comencé a formar parte de un grupo de rock. Éramos algo más que una banda, nos juntábamos todos los fines de semana en Isidro Casanova a hacer música, pero nuestras aspiraciones iban un poco más allá de lo meramente musical.

Éramos un grupo de gente joven, bastante creativos, que intentábamos incursionar en todo. Éramos muy críticos, incluso con nosotros mismos, tanto que acabábamos desechando todas y cada una de nuestras propias creaciones. Nos llamábamos “El Grupo Humano”, y nuestro legado son dos números de nuestra revista subterránea “La Sandia”, y dos o tres canciones que nunca nadie escuchó.

De todas formas, perdoná si al evocarnos se me pianta un lagrimón, porque hoy, más que nunca, no quiero dejar de exaltar esa condición “antihéroe” de nuestro grupo, eso que nosotros llamábamos nuestra “ingloria”. Hoy agradezco haber vivido todo eso y haber compartido esos días con quienes siguen siendo hoy mis mejores amigos.


Dime ¿Hiciste tango por entonces? ¿Alguna composición… algo?

A la vuelta del servicio militar me metí de lleno a estudiar guitarra y armonía con diversos maestros… Armando Alonso, Luis D’agostino, Haidée Gerardi. Por aquellos tiempos me junté con un guitarrista amigo y armamos un buen dúo de guitarras. De ahí salieron un par de tangos muy lindos, con letra de mi gran amigo y poeta Darío Fariña: “Para un amigo” y “Domingo”, temas estos que hemos grabado interpretado por la voz de Jorgelina Piana que vivía aquí cerca, en Caldas de Reis pero se ha vuelto a Argentina, y el bandoneón de Alejandro Szabo que es también argentino y vive en A Coruña.


Lo interesante que allá tocaste todos los palos, que se dice… teatro, jingles, acompañamiento a cantantes líricos…

A partir de 1985 empecé a hacer unas cuantas cosas: algún que otro Jingle para radio (Chocolates Uhlitch – Radio Clásica), musicalicé “Tío Vania“ de Chejov, dirigida por Miguel Cavia, en el teatro Hebraica; “El rey se muere” de Ionesco, puesta en escena en el Centro Cultural de la Recoleta.

Formamos con Marga Golmann, Estudio Coral de Buenos Aires, los talleres de canto con los que estuvimos trabajando juntos durante 6 años más o menos. Entré a formar parte del grupo folk celta Xeito Novo, con quienes colaboré en su primer disco, «Galimérica» y compartimos escenario con importantes músicos, como Rodolfo García, baterista de Almendra.


Hasta que un día de hace ya unos años, Néstor Blanco se toma el piante… A Galicia para seguir viviendo en lo tuyo, la música…

En algún momento me pareció que vivir de lo que a uno le gusta era el objetivo a perseguir. Hoy creo que eso es otro engaño más del régimen basado en el dinero en que vivimos, que nos hace competir en vez de colaborar.

Se podría decir que vivo de la música, pero lo que rescato de esta oración es la palabra “música”, y no tanto el “vivir de”. De hecho los animales (nuestro ejemplo más cercano a seguir) no “viven de”, simplemente ¡VIVEN! Al fin y al cabo creo que en estos momentos cada uno se las arregla buenamente como puede, y somos muchos los que ya estamos hartos de esta dictadura global en que transcurren nuestros días.


En tu ecléctica visión de la música, el folk es también una variante apetecible…

Como ya comenté, toqué Folk con «Xeito Novo» en Argentina durante algunos años, de hecho ahora mismo estoy trabajando sobre dos composiciones para ellos. También formé parte de “Atamáis” grupo con el que obtuvimos el tercer puesto en el concurso de Radio Obradoiro, el año pasado. Ahora mismo estoy metido en la creación de un nuevo cuarteto folk. Esperamos tener repertorio montado para fin de año.


Ahora que pasas ya de una década por aquí, Néstor ¿Cómo valoras a tus nuevos vecinos, los gallegos, tu tierra de adopción?

Yo nací en una familia de inmigrantes gallegos en Buenos Aires; no me fue muy difícil adaptarme. De todos modos pienso que el hombre y la geografía son una unidad. Las plantas, los animales y todas las cosas vibran en resonancia con la tierra.

Galicia, como cualquier lugar del mundo, es su gente, su fauna, su flora, sus piedras, su música. Por eso veo en la “globalización” una maliciosa perversión de la naturaleza. Vayas a donde vayas, siempre encuentras armonía, hasta que te das de bruces con un IKEA.

Néstor… estás avanzando en un proyecto ya casi realidad, Así siento a Yupanqui, un amplio homenaje a Atahualpa Yupanqui, con la voz de la cantante gallega de San Andrés de Xeve, Ángeles Ruibal, que por vivir muchos años en Buenos Aires, es de allá y de aquí, y muchos invitados…

Parece ser cierto que las cosas a uno le van pasando cuando tiene la madurez suficiente para soportarlas, y es lógico que en este océano de confusión provocada por los medios y la educación, para entender algunas leyes muy simples haya que vivir unas cuantas décadas. Y así, después de darle mil vueltas a las cosas, te terminas dando cuenta de que algunos hombres, como Atahualpa Yupanqui, mucho antes que uno ya hicieron su recorrido espiritual y llegaron a un par de verdades.

Este disco es importantísimo para mí por muchas razones: estuve a cargo de casi toda la grabación y la masterización, participo como guitarrista y arreglador en la mayoría de los temas y hasta me di el gustazo de musicalizar un poema del maestro Yupanqui, “Penas de la Guitarra”. Ángeles Ruibal está genial, y vuelve a la escena musical con fuerzas renovadas. Por otra parte el disco está engalanado con la colaboración de maravillosos artistas como Marcos Mundstock, el “coya” Chavero, hijo de Atahualpa, María de los Ángeles Ledesma, Anabella Zoch, las hijas de la Ruibal, Graciela Baquero e Irene Aschero, ambas nacidas en Pontevedra.

Ahora ya se nos está terminando la yerba… mate! (no vaya a ser cosa que nos entiendan mal). Va un “Chau! y hasta la próxima” que vuela para la ría de Pontevedra…mientras escuchamos ese tango que hiciste con tu amigo Darío Fariña, “Para un amigo” y que canta otra amiga, Jorgelina Piana

Gracias y hasta siempre.

ENTREVISTA DE EDUARDO ALDISER – MADRID 2010