Gema López Abad – Una gallega emigrante

Lectora de distintas secciones de Argentina Mundo por estar interesada en las historias de inmigrantes… argentinos residentes en España y Europa, españoles que fueron para allá… le sugerimos contar su historia, como todas las de la inmigración, llena de matices emotivos. Y así se originó esta charla. Comienza con su historia gallega y los primeros años en Argentina…

 

Cuéntanos por qué te fuiste a Buenos Aires y de dónde eres en España…

Te cuento que me trajeron para Buenos Aires unos tíos cuando tenía doce años. Resulta que mi padre, José López Recare, hacía más hijos de los que podía mantener y vivíamos con mucha miseria allá en Lugo. Mi madre, Encarnación Abad Abad, trabajaba la tierra y mi padre era marinero. No teníamos casa ni tierras, todo era arrendado… y la vaca a medias! La poca leche que daba había que venderla para comprar aceite, harina, algo de azúcar y esas cositas que hacen falta, el gas para la luz del candil, mucha miseria. Allí estaba con mis hermanos Eulogio, Neri, Eduardo, Ofelia, Manolo, Alicia, José Antonio y Eugenio.

¿Y entonces se fueron para Argentina como tantos gallegos?

No, pasó así. Mi tía, hermana de mi padre y radicada en Buenos Aires, de donde nos mandaba muchos paquetes de ropa, decide volverse para Galicia y ponen con su marido un ultramarino como llamamos allá al local de venta de comestibles envasados, en Orense. No tenía hijos y quería una nena. El marido le propone que le pida una a su hermano ya que tiene tantos. La elegida fue una hermanita mía, Ofelia, que era rubia y de ojos verdes, igual a los de mi tía, pero mi madre no se la dio porque mi hermanita estaba enfermita, a los pocos meses murió.


Dime Gema si esto no da para escribir un tango. Cuéntanos cómo sigue la historia en la Galicia de aquellos tiempos…

Me dijeron a mi si quería ir con mis tíos. Cuando me dijeron que comería tortilla y pan de choca (de trigo) ni lo pensé. Con mis siete añitos me pusieron vestido y zapatos nuevos, era un mundo soñado. Acostumbrada a no andar en coche, me maree en el camino. Yendo desde Lugo en Monforte de Lemos, donde hay una estación de trenes muy importante, mi tía pensó en tomar el tren para Orense. Me llevo a la confitería a tomar chocolate con churros y ahora viene lo gracioso… Quise ir al servicio. ¡Hay mi madre cuando vi el inodoro y me dijo “Aquí tienes que hacer el pis”!! Miré todo y dije “Aquí no, no, nó!” Salí para fuera. Me tuvo que llevar al campo como hacía en mi aldea. Yo escuchaba que hablaban de cuarto de baño y pensaba que era una habitación llena de agua. Nosotros nos bañábamos en el río y nuestro papel higiénico era una berza (hojas de la planta de col)…

Me imagino cuando te instalaron en Orense, qué cambio…

No veas. Ya en Orense, en un piso con habitación para mí sola, con su baño. Era una reina. Empecé la escuela, tenía siete años. A mis padres y hermanos los veía una vez al año. Juntaba en una hucha los dineritos que me daban para llevarles regalos a mis hermanos. Mi tío me compró unos patines y me gustaba patinar. Fueron los mejores años de mi infancia, vivía frente al Jardín del Posio, Xardin do Posio en gallego. Teníamos el fielato de frente (Local de control sanitario de los alimentos que vienen de fuera. Cumplió diversas funciones a lo largo de los siglos). Fui solo tres años a la escuela. Mi tío, Ramon Vázquez González, que extrañaba Argentina se quería volver a Buenos Aires, no se acostumbró a vivir de nuevo en su tierra natal. Él aquí fue en esos años uno de los dueños de El Café de los Angelitos, ya que me dijiste que todo te suena a tangos…


Mira tú, un local emblemático del tango. ¿Sabes Gema que esto ocurre mucho en la inmigración? A veces también pasa con argentinos que retornan… uno ya no se adapta a la tierra natal ¿Cuándo partieron?

El 12 de octubre ¡Nada menos! de 1956 embarcamos en La Coruña. Y ahí quedaban doce años de mi vida, mis amigas y toda la familia. Siempre se piensa que una volvería cuando quería, total en la América eran todos ricos !!! jajaja ! Pobre de mí, las que pase con esa bruja de mi tía.

Hagamos de cuenta que estamos navegando, que entramos al Río de la Plata, que te acercas al puerto…

¡El puerto! Llegamos al puerto de Buenos Aires el 31 de octubre del 1956. La primera visión de la tierra soñada fue desde el barco y me expresión fue “¡Qué feo es!» El puerto se veía horrible. Estaba la familia de mi tío esperándonos. Como yo era menor, desembarque por otro lado, donde me marcaron las huellas digitales varias veces. El hermano de mi tío se puso de tutor y me dejaron ir a dormir a su casa. Tenía dos hijas como yo… son mis primas del corazón.


Cambias de Lugo a Orense… después a Buenos Aires… ¿Cómo te adaptaste a la Argentina?

Enseguida me adapte al país. Hice sexto grado para tener el diploma. Estaba encantada con la escuela, no pegaban. Cuando entrabamos cantábamos “Aurora” mientras se izaba la bandera. No me ponían de rodillas, arriba de los granos de maíz. No se rezaba, no teníamos que ir a la iglesia obligados y todo era más lindo. La maestra era muy cariñosa. Estaba el festejo del día del estudiante. Todo me resultaba más lindo, no extrañé nada.

Y cuando terminaste el primario…

A los trece años ya fui a coser y a los catorce, mi tía que muy cuerda no estaba, como me empezaban a gustar los chicos, se pensó que sería una prostituta y me encerró en un colegio de monjas. Yo encantada, con tal de no estar con ella, era una mujer insoportable. A raíz de todo eso, no comía y a mi edad de pleno desarrollo, se me descubre un principio de tuberculosis, motivo de un contagio que traje de mi tierra. Fueron tres años de tratamiento y me curé. Ya no volví al colegio, donde me enseñaban corte y confección. Una señora me enseñó un bordado muy fino que se llama punto bobé original de Bobeus en Francia. Catorce horas por día bordando. A los quince años me llevan a trabajar a la tienda Las Filipinas. Pasé por varias secciones. A los 18 años me ponen de vendedora.


Y tal vez algún amorío…

Hombre… A los 19 como esa tía mía no me dejaba vivir, me caso con un muchacho gallego, de La Coruña, que también estaba solo. El gran lujo fue que bailamos mucho con los Gavilanes de España, solo bailar! Estábamos pagando la casita y no podíamos gastar nada. Los primeros cinco años no tuvimos hijos. La lucha fue mucha porque se quedó sin trabajo. El Presidente Illia anula los contratos de petróleo que hiciera Arturo Frondizi y él estaba embarcado en un petrolero ¡Dios mío las que pasamos!! Luego se embarca en un carguero que iba a Brasil. A los nueve meses amarra otra vez sin trabajo, con deudas que los intereses nos comían. Yo bordaba todo el día para salvar la comida y los impuestos, la deuda crecía con el 24 por ciento de intereses. Mucha lucha, nadie nos ayudaba en nada y nosotros poca experiencia y sin un peso para poder hacer algo.

Toda una odisea, querida Gema López Abad… doble paisana mía… por española y por argentina! De regalo te dejo el vídeo donde recité por radio, en Madrid, el poema de Rosalía de Castro, como lo había hecho a los 13 años en mi escuela de Rosario… y falta un tango que cuente tu historia… aunque en el vídeo hay uno y muy bonito! Nada menos que Papá Gallego de Manolo Barro

ENTREVISTA Y VIDEO DE EDUARDO ALDISER – PONTEVEDRA 2015