Era un automovilismo romántico, hecho con muchos esfuerzos y madrugadas preparando las “cupecitas” en esos talleres donde una peña o patrocinadores lugareños, más alguna gran marca a veces, conseguían “armar” un coche para representar a una ciudad o pueblo de las provincias argentinas, siendo la Provincia de Buenos Aires principal protagonista por corredores y circuitos.
Ver una carrera de Turismo de Carretera significaba hacer a veces muchos kilómetros hasta Arrecifes, Pergamino, Balcarce, San Antonio de Areco, etc. o el paso en una etapa del Gran Premio de la República Argentina. Fueron años en los que todavía nacían provincias y Perón encontró en este deporte la manera de darlas a conocer y que las recorrieran. La radio, con Julio Elías Sojit entonces y esos asados a la vera de los caminos, son otros dos protagonistas indispensables, con esas churrasqueadas cuando apenas había asomado el sol.
Eusebio Marcilla, el caballero del camino
Habiendo tantas figuras para destacar, vamos a elegirlo a Eusebio Marcilla, de la Ciudad de Junín, en el norte de la provincia de Buenos Aires. Por su señorío demostrado en muchas carreras, ayudando a compañeros que habían sufrido accidentes o roturas en los coches… cuando Marcilla se paraba sin importarle su clasificación, le valió el reconocimiento de sus propios compañeros, llamándole El Caballero del Camino.
Como muchos otros, Marcilla pagó con su vida el desafió de andar saltando alcantarillas y tomando curvas ciegas, en caminos de tierra con guadales o en angostas rutas asfaltadas. En la provincia de Santa Fe tuvo su primero de los nueve grandes premios de Turismo de Carretera ganados, el 12 de enero de 1941, en Las 12 Horas de Rafaela. Tras quedar subcampeón en los años 1947, 1948 y 1952, cuando estaba disputando su 40ª carrera, en la Vuelta de Santa Fe que ya había ganado el año anterior, el 14 de marzo de 1953, una de esas curvas traicioneras, allá por el pueblo de Recreo, marcó su final.
José Pedroni, poeta, lo vio pasar con muertas mariposas en el pecho
Un rato antes había pasado en primera posición por tiempos bordeando la Ciudad de Esperanza. Lo estaba viendo, como todos, el gran poeta santafesino de Gálvez pero radicado allí, José Pedroni. El impacto emocional que produjo en esta gran pluma que nos diera los más hermosos poemas sobre la gesta de la inmigración gringa en la pampa argentina, dio como resultado unos versos que inmortalizan aún más a Eusebio Marcilla. Lo he recitado varias veces en Rosario, cuando hacíamos el programa Escape Libre en LT3 Radio Cerealista. Otro hombre provinciano que cayó en un camino, el jujeño Jorge Cafrune, lo dice así…
El caballero del camino
De Jorge Pedroni
El caballero del camino,
El de Junín, ha muerto.
Vino a morir a mi provincia,
Atravesó mi pueblo.
Iba tan rápido a su fin,
Que nadie pudo verlo.
La voz de mi saludo
Me la quitó en el viento.
Allí estaban los hombres, las mujeres,
Junto al camino recto;
Los niños en los árboles
Y el avión en el cielo.
Él pasó con su ráfaga a morir,
Con muertas mariposas en el pecho.
La luz de tu sonrisa
Se te apagó sin verlo.
Cuando alzaste los brazos para él,
Ya estaba lejos, lejos.
Te dejó un remolino en el vestido
Y una hoja en tu pelo.
El zumbido perdiose hacia mi río.
Era como un lamento.
Si el río suele amanecer con ángel.
Pensé que el ángel fuera a detenerlo.
No digamos su nombre deshojado.
Su nombre hoy ya no es nuestro.
En el lugar donde dejó la sangre
Sus flores le pone el pueblo,
Amarillas y blancas,
Que duran un momento,
Atadas con hilo de retama;
Todo del mismo suelo.
El caballero de Junín ya tiene monumento.
TEXTO DE EDUARDO ALDISER – MADRID 2010