Para adentrarnos en esta creencia y devoción popular decidimos realizar un resumen de lo publicado en la Web oficial Visite La Difunta Correa , extracto a su vez del libro La Difunta Correa del Dr. Oscar Romero Giaccaglia.
Nos cuenta el autor que…
“Los hechos ocurrieron aproximadamente entre las décadas de 1840 y 1850, y la fecha tope que estimo pueden haber ocurrido estos hechos es hasta 1854, o sea con seguridad hace más de ciento cincuenta años. Se vivieron las luchas fraticidas entre “unitarios” y “federales”, y en todo el país las batallas llenaron de sangre el suelo argentino. Los jefes de tropas y de montoneras abusaban abiertamente de la población civil sometiéndola a todo tipo de tropelías de aquellos tiempos. De ello no pudo salvarse la familia de Deolinda Correa.
Por qué se lanzó al camino Deolinda Correa
En general todos los escritos que hay sobre el tema y toda la tradición oral coinciden en lo mismo: Una tropa montonera venida desde La Rioja pasó por San Juan para reclutar tropa y vituallas, las mercaderías las robaban, y a los hombres jóvenes los reclutaban a la fuerza. Y así reclutaron a Baudilio Bustos, el joven esposo de Deolinda Correa. Dice la tradición que Baudilio Bustos se resistió a ser reclutado e incluso que huyó y tras de él lo fueron a prender la tropa montonera. Ante ello Deolinda Correa quedó desamparada.
La Difunta Correa habría sido una mujer linda, de buen porte, y se dice que por aquellos tiempos había en la zona un comisario que quería requerir de amores a la joven esposa y madre Deolinda Correa ¿No podía ser que sabía necesaria su presencia para proteger a su joven esposa del acoso del Comisario del pueblo?. Al quedar desamparada sin su esposo indudablemente corría peligro. Su futuro cierto, tarde o temprano era ser mancillada,y convertirse en concubina obligada del Jefe de la zona. Y es indudable que ella amaba a su esposo. El ser humano dice la verdad de su vida por sus actos. Ella amó a su hombre hasta la muerte…..
Así comienza el peregrinar
Se habría ido con el niño pues no podía dejarlo en ningún pariente o vecino porque corría el seguro peligro de que el comisario convirtiera a su hijo en rehén, para exigir el regreso de Deolinda y la entrega abominable en su lecho. El peligro que correría su hijo en poder del Jefe policial en caso de no volver Deolinda, es la explicación lógica y coherente del porqué Deolinda Correa, al seguir tras los pasos de su esposo, no dejó al niño en la casa de cualquier pariente o vecina generosa, en vez de hacer correr a su hijo, el peligro de los cerros, el desierto y tal vez la muerte. Esta es la versión de la tradición oral. Lo hace sin animales y con ropa liviana, solo una botella de agua, y es extraño que no hubiera tenido un caballo o tal vez un burro para montar en él y salir tras los pasos de su esposo.
Por esas montañas de San Juan
Habría salido desde su casa en calle Dos Álamos ubicada en la zona denominada La Majadita del hoy Departamento 9 de Julio de la Provincia de San Juan, Argentina, que desemboca en el río San Juan, cruzando posiblemente en una balsa dirigiéndose a Villa Independencia, antigua zona capital de Caucete. Desde allí habría querido seguir el camino de la tropa montonera y queriéndose ocultar porque iba huyendo, se habría perdido entre los cerros y médanos deambulando sin rumbo antes de encontrar Vallecito, adonde habría llegado exhausta y sin agua ya en los límites de su fuerza y de su vida.
Muerta, seguía amamantando al hijo
Allí habría subido al cerro mas alto del lugar, y sin encontrar ninguna esperanza de vida baja hasta el río seco, se sienta, y en su última expresión de amor abraza a su hijo hacia su pecho, trata de darle de mamar y le pide a Dios por su hijo, y mientras va muriendo de sed sigue alimentado y saciando la sed del niño. Y así los encontraron los arrieros amamantando a su hijo. Esto habría ocurrido en la primavera avanzada, con un sol calcinante, que en los cerros sanjuaninos produce temperaturas sofocantes que no se pueden aguantar sin resguardo. Murió como ejemplo de amor a dos grandes amores en la vida de una mujer: su esposo y su hijo»
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Hasta aquí lo extractado. En la citada Web y en el libro, se relatan los pormenores de este suceso que ahora se ha instalado entre las creencias populares, con epicentro en San Juan. Y así entre soles quemantes y el martirio de la sed habría muerto Deolinda Correa.
Si se viaja por las carreteras argentinas, muy especialmente por Cuyo, Córdoba, Catamarca e incluso por Santa Fe, es posible encontrar pequeños altares con la imagen clásica de la Difunta Correa yacente y amamantando al hijo después de muerta. Allí los camioneros van dejando botellas con agua, en recuerdo de los padecimientos sufridos por esta sanjuanina del siglo XIX.
EDICIÓN DE EDUARDO AlDISER – PONTEVEDRA 2024