Enrique Muiño – De La Coruña a Buenos Aires

Muchas veces las cosas convergen. A Enrique Muiño lo recuerdo siempre, y aún más estando en Galicia, donde las señales de turismo me recuerdan los molinos harineros, que son muiños. Desde Buenos Aires, Argentina, me preguntaron sobre el lugar de nacimiento de don Enrique Muiño. Precisamente desde su cuna natal en Lendo, A Laracha, Provincia de A Coruña, me llega el libro `Enrique Muiño, el Gaucho Gallego´ (*) del lucense Manuel Curiel Hernández. Desde Vigo, este escrito en galego que espero haber traducido bien, apelando a mi incipiente portugués, que me envía Lois Pérez Leira, allí nacido pero de aporteñado hablar por criarse en Buenos Aires. Así lo ha facturado…

 

Enrique Muiño, el gran actor gallego – argentino
Lois Pérez Leira

Después de crecer en un ambiente muy duro, descubre a su veta de artista al asistir por primera vez a una obra de teatro. Inicia su carrera en el teatro, donde consigue grandes éxitos, y en el cine, en el que se convierte en el mejor actor de Argentina de los años `40.

Enrique Muíño ha nacido en Lendo, concello de Laracha, provincia de A Coruña, el 5 de setiembre de 1881. Según otras versiones podría haber nacido en Buenos Aires, en la calle Alsina del barrio de San Cristóbal. El mismo Muiño se ha ocupado durante su vida de dar distintas versiones sobre su nacimiento. (*)

El historiador Domingo Casadevall nos cuenta algunos aspectos de su niñez: “En el hogar, reflejo de los de Galicia, se vivía de acuerdo con el espíritu de la raza celta que es sufrida, trabajadora, previsora, fecunda, conservando el idioma y los usos y costumbres de la aldea lejana. El matrimonio fue prolífico -once hijos- y los magros jornales de don Antonio como oficial de carpintería, así como el de los vástagos, más las monedas que se agenciaba doña Antonia delante de la tina de lavar ropa, dejaban escasos márgenes económicos. Los días transcurrían en un sórdido ambiente de mansedumbre lucrativa y de ahorro tenaz”.

Enrique se crio en una familia numerosa donde los padres tenían que hacer grandes sacrificios para darles una modesta vida. Era difícil para aquel niño recibir el afecto necesario ante tanto drama. Poco a poco, Enrique inicia la vida aventurera de la calle para no sufrir tanta miseria. Las continuas huidas y travesuras lógicas de un joven rebelde de doce años, terminan con medidas drásticas de su padre. Don Antonio era un tosco carpintero que sólo sabía trabajar. Para castigar a Enrique no se le ocurre mejor medida que sacarlo de la escuela cuando cursaba el cuarto grado, darle una paliza y mandarlo a trabajar de lavacopas en un negocio de un compatriota en el barrio de Montserrat.

Cuando por la noche Enrique se quejaba que su patrón lo explotaba, el padre le decía: “Sigue, sigue al lado de ese hombre para que sepas exprimir a tus dependientes el día que llegues a patrón”. Enrique Muiño no compartía las ideas de su padre. Cada día que pasa se agiganta el odio por él y sueña con fugarse. El ‘galleguito’ Enrique decide huir del hogar familiar y después de caminar varios días sin una moneda en el bolsillo, llega hasta la casa de su padrino Pedro Mariño, que residía en la ciudad de Rosario. La desilusión fui tremenda.

Este le impone condiciones tremendas de trabajo en su establecimiento: cargar y descargar, repartir, barrer, fregar. A los pocos meses vuelve a huir refugiándose en las riberas del Río Paraná, entre jóvenes que vivían en la calle. Después de un tiempo de vagar es detenido por la policía y es restituido a su casa. Como era de esperar, Don Antonio lo recibe con una paliza y lo obliga a aprender el oficio de carpintero.

Una noche de 1894 asiste a un espectáculo de teatro desde el graderío de la sala Onrubia. Los actores de aquella obra eran los españoles Leopoldo Burón y la famosa actriz madrileña María Guerrero. Ese drama teatral donde los ‘malos’ recibían castigos y los ‘buenos’ eran agasajados, deslumbró a el ‘galleguito’. Por las noches Enrique huía por las ventanas de su casa para presenciar obras de teatro.

Durante una esas huidas su padre lo sorprende cuando volvía a la casa.
-¿De dónde vienes, se puede saber?
-Del teatro.
-Así es como te esmeras, eh?
-Sí… porque me gustaría trabajar como los artistas.
-Bueno… ¡ahora vas a ver lo que hago yo con los artistas!

Luego de esa nueva paliza se aleja por segunda vez de su casa. En esta oportunidad vende periódicos en las puertas de los teatros de la Comedia y de la Zarzuela y pernocta en un refugio de indigentes. Otra vez la policía lo detiene y reintegra a su hogar. En esta oportunidad su padre frente a la indisciplina de su hijo, piensa que lo mejor que puede hacer es formarlo como un hombre, y enrolarlo en una disciplina militar. Es así como, en 1894, ingresa como grumete en el pontón ‘La Paz’. Pasa luego a la escuela de cañoneros del crucero ‘Patagonia’. Durante las largas travesías, Enrique Muiño recitaba en las proas de los barcos. Le gustaban los versos del Martín Fierro y el Santos Vega. Como en el teatro, hacemos un intermedio y volvemos con la segunda y última parte de esta historia, real como la vida misma.

Lois Pérez Leira, Vigo, España

EDICIÓN Y APORTES DE EDUARDO ALDISER – PONTEVEDRA 2012

(*) En el libro Enrique Muiño, el Gaucho Gallego (*) del lucense Manuel Curiel Hernández queda claro su nacimiento en Lendo, A Coruña. En torno a 1950 durante el gobierno del General Perón, de tinte nacionalista, se promulgó una ley para favorecer la contratación de actores argentinos. Enrique Muiño en ese momento se consiguió un acta de nacimiento falso en Buenos Aires y documentos, para hacerse pasar como nacido allí. Años después visitó Lendo, en A Laracha y lo hizo tal como era, un emigrado gallego que volvía para recorrer su cuna natal. Aldiser