El Camino del Gaucho – Cine de Hollywood en nuestra pampa

 

Una fascinante estética del extrañamiento recorre todo el cine de Jacques Tourneur y es la que le otorga sus más inolvidables vibraciones. Esto ocurre, evidentemente, en sus prestigiosas películas adscritas al fantástico pero también en sus incursiones en otros géneros. Hay algo en el tratamiento genérico de Tourneur que hace que sus obras, aun acogiéndose a los rasgos más evidentes del género de que se trate, también, de una forma recóndita, adquieran perfiles muy peculiares, un método y una sensibilidad que las enrarece de una manera muy secreta. Y así acontece en Martín el gaucho (Way of a Gaucho. 1952), un atípico western desarrollado en las enormes tierras de la pampa.

 

 

Analizando la película El Camino del Gaucho

Por José Francisco Montero

Mediada la cinta, Martín (Rory Calhoun), que huye de las fuerzas del ejército, encuentra a un gaucho que al poco muere por la picadura de una serpiente, y aquél asume su identidad, la de un muerto, para mejor evadir a sus perseguidores. Poco después se convertirá en el líder de una banda compuesta por otros gauchos que, como él mismo, se han refugiado en las inmensas planicies de la pampa, en Argentina, dedicados al bandidaje y a vivir al margen de los nuevos valores traídos por “los hombres de la ciudad”.Lo interesante es que este carácter fantasmal que adopta Martín es válido para este personaje pero también para la película en su conjunto. Martín, a fin de cuentas, es una figura profundamente trágica, un personaje tan fuertemente apegado a la tierra como condenado al desarraigo, un hombre que habita un paisaje y un tiempo que sabe condenados a desaparecer, que él mismo ya es una figura anacrónica, un tema clásico de multitud de westerns.

Y, lo más importante, el estilo visual de la película fomenta este rasgo del personaje y de la historia, con una fotografía en color que en realidad está tratada como si fuera en blanco y negro, como el propio Tourneur reconoció, y que confiere a la cinta un leve tono onírico, tan característico del cine de su autor, sugerido a menudo de una forma muy subterránea, lo que lo hace aún más misterioso: la aventura de Martín se desarrolla en ese incierto territorio entre el sueño y los indicios de una realidad que, invasora y tenaz, sabemos que tiene como fin despertarnos del mismo.

Una mirada de extranjero que muestra un gaucho desde el arquetipo

Tourneur se acerca al mundo de los gauchos, pues, con una mirada que intenta, no siempre con acierto, observarlo simultáneamente como hombres y como mito, como realidad histórica y como leyenda, aunque tal vez decantándose más por la segunda opción. Si Borges escribió sobre el gaucho que “nunca dijo: soy gaucho” y que “vivieron su vida como en un sueño, sin saber quiénes eran o qué eran”, lamentablemente el Martín de Tourneur parece muy consciente de su condición arquetípica, rozando a veces la película el estereotipo, lo que le resta en ocasiones la convicción y la naturalidad de las que Martín el gaucho extrae buena parte de su furtiva belleza.

Acaso uno de los elementos que otorgan al cine de Tourneur buena parte de sus peculiaridades, incluso diría de su modernidad, y para mí fuente de algunos de sus principales valores, reside en la negativa a emitir juicios morales sobre sus personajes, casi siempre vistos con ecuanimidad. Tourneur concede sus razones a todos los personajes y les confiere una enorme dignidad, algo muy evidente en Salinas, el principal antagonista de Martín.

Dos gauchos que rivalizan, pero se respetan

Nos encontramos aquí ante dos enemigos que se respetan, que son mostrados por Tourneur sin favoritismos, con el mismo respeto que ellos mismos se muestran, y a través de paralelismos expuestos muy sutilmente, nunca subrayados: así, el gesto de Salinas al apartar con un palo una araña que se acerca peligrosamente al cuello de un Martín que permanece atado al suelo parece responder al momento muy anterior en que Martín, poco antes de desertar, salva la vida de su mayor enemigo, deshaciéndose con su sable de un indio que se disponía a matarlo, un hecho trascendental del que los personajes nunca hablan, al que no conceden más valor que el de responder a un código moral asumido con naturalidad; o también el momento en que Martín y sus hombres atrapan a Salinas con un lazo, para luego perdonarle la vida, como anteriormente Salinas ataba al suelo a Martín, en vez de mandar fusilarlo, después de ser capturado tras su deserción. Algo similar ocurre con las discrepancias entre Don Miguel y Martín, no decantándose realmente Tourneur por los planteamientos de ninguno de ellos, comprendiendo los deseos de cambio de Don Miguel y la necesidad de aferrarse a su modo de vida de Martín.

El final intensamente melancólico e insólito de la película –aunque, curiosamente, fuera impuesto al realizador por los productores- también contribuye a dotarla de su carácter sumamente atípico. Es difícil encontrar en el cine clásico americano muchas otras películas en que su desenlace venga impulsado por la asunción por parte del protagonista de que todas o buena parte de sus acciones estaban determinadas por un planteamiento en cierta medida equivocado, que reconozca tan abiertamente que estaba errado en su estéril lucha contra los nuevos tiempos, en su “voluntaria malinterpretación de la Historia”, como le reprocha en una escena anterior Salinas.

El Camino del Gaucho nos lleva al Martín Fierro

Para terminar por lo que en realidad es el principio, es preciso añadir que la estructura narrativa de la película, a pesar de estar basada en una novela de Herbert Childs adaptada por Philip Dunne, acusa muy claramente, como es ya evidente a estas alturas, la del clásico por excelencia de la literatura gauchesca, el Martín Fierro de José Hernández, poema en cuyas dos partes el autor relata la rebeldía del protagonista ante la civilización y la posterior aceptación e integración en los nuevos tiempos por parte de éste, aunque sea a regañadientes, y en cuya obra, además, Hernández cuenta episodios trascendentales mostrados también en la película, como el forzoso enrolamiento en el ejército de sus homónimos protagonistas y su posterior deserción

EDITADO EN ESPAÑA POR EDUARDO ALDISER / 2016