Adolfo Zabalza con Rafael Buono en Rosario

 

 

Nuestro amigo pergaminense Adolfo “Vasco” Zabalza de quien tenemos publicados varios poemas gauchescos y de tango, nos contó tiempo atrás algunas vivencias suyas en Argentina que consideramos, debían ser publicadas. Como este puñado de recuerdos de una etapa vivida durante unos años en Rosario, donde pernoctaba durante la semana. Allí conoció a uno de los grandes cómicos argentinos de los años treinta al cincuenta. Y así nos lo cuenta…

 

Adolfo Zabalza “Una voz que me resultaba familiar”

Corría el año 1962 y en ese entonces yo trabajaba como promotor de ventas de bebidas gaseosas que se fabricaban en una planta modelo, como lo fuera la que tenía la empresa Eslabón SRL de Pergamino. Debido a este trabajo prácticamente viajaba por muchas ciudades del Norte y Oeste de la Provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y Rosario con la zona sur de la Provincia de Santa Fe. Este periplo laboral me permitió conocer personajes disímiles en cuanto a su quehacer profesional, pero fue uno de ellos, quien me quedó grabado para siempre en mi memoria. Ocurrió en Rosario, donde durante dos años realicé mi trabajo de Promoción y Ventas del Agua de Mesa Eslabón y la popular Naranja Crush. Recuerdo que paraba en el Hotel El Crisol de la calle Sarmiento, a dos cuadras del Hospital Español rosarino.

Un mediodía en que yo llegaba del trabajo, veo a dos personas en la puerta del hotel hablando animadamente con unos afiches en sus manos. Quien era de mayor edad, de baja estatura y bastante delgado, se dirigía a su acompañante en ese momento de manera muy expresiva. A mi me pareció oír una voz muy familiar, que tenía grabada desde cuando era niño y escuchaba en casa en un programa radial allá por los años cuarenta y pico, pero nunca lo había visto personalmente.


Una buena porción de pizza en la Santa María de Rosario

Al terminar mis tareas del día, decidí ir a cenar algo a la vuelta del Hospital Español, la reconocida Pizzería Santa María situada en la esquina de San Martín y Garay de Rosario, que aún sigue haciendo sus clásicas pizzas, riquísimas por cierto. Cuando me estaban sirviendo veo que entra al local aquel personaje que había visto en el hotel. Estaba solo y muy pensativo, pidió dos porciones de muzzarela y medio vaso de vino.

Mis pensamientos volvieron a mis años de la niñez y pensé que, por la voz, aquel hombre sería el que tantos años hizo reír a las familias argentinas. Así que sin dudarlo un segundo, me levanté y me acerqué a su mesa. El hombre, mucho mayor que yo, me miró con cara de buenos amigos y con una sonrisa en sus labios me dice, “¿En qué puedo servirle?”. Sacando valor le pregunté “Perdone señor, por casualidad ¿No es usted Rafael Buono del dúo Buono – Striano?” “¡¡Siii!!! Siéntese amigo”, acepté su invitación y emocionado le doy mi nombre y le dije que estábamos en el mismo Hotel.


Adolfo Zabalza “El destino me hizo ser amigo de Rafael Buono”

Esa misma noche nació entre nosotros una gran amistad. Después de charlar un largo rato nos fuimos caminando hacia el hotel y en el trayecto comenzó a contarme algo de su vida de artista, muy triste por cierto por el final que tuvo. Me contó que había conocido a Salvador Striano allí, en Rosario, de donde eran ambos, en el colegio. Que habían debutado en LT3 Radio Cerealista de esa ciudad pero ya en 1936 se habían ido a Buenos Aires, donde llegaron a actuar con otra rosarina, Libertad Lamarque, entre otras muchas figuras del cine, teatro y radio de aquella Argentina.

Al día siguiente, cuando llego en el mediodía al Hotel, Rafael Buono, que estaba en el piso superior, me ve llegar y con su voz y su risita radiofónica tan característica me dice, “Vasco, venga que vamos a tomar un vermouthcito”. Me dirijo a su habitación y en una mesita pequeña tenía un pedazo de queso y un salamín que cortaba en rodajas, y mientras me servía el aperitivo me decía “Pique Vasco”. Como había una sola silla, me la cedió y él se sentó en el borde de la cama mientras me decía, “Vasco, yo después me hago una sopita que caliento con el Primus que tengo aquí” y me muestra un viejo calentador.


Rafael Buono y una triste historia de amor y muerte

Yo estaba anonadado al ver a aquel hombre que había filmado películas, entre ellas Al toque del clarín y la Virgencita de madera, que actuara en teatro y radio por años, estuviese viviendo de esa manera. Los primero días nada le dije pero al correr de los meses llegué a ser su confidente y me animé a preguntarle qué había pasado en su vida para que ahora a su edad, que estaría cerca de los setenta años, (o quizás menos, pero muy trajinados), tuviera que andar haciendo espectáculos en Parques, Kermeses y Clubes de Rosario. Lo sabía porque muchas noches lo llevaba en mi vehículo porque el no tenía medio de movilidad.

Con mucha tristeza me confesó “Hago esto porque tengo que comer Vasco. Yo lo tuve todo, casa con escaleras de mármol, sirvientes, llegué a cambiar treinta y seis coches, la plata me sobraba, todos me palmeaban, actores y actrices que hoy están en el candelero, hasta que pasó lo que pasó y todos se fueron de mi lado” Atiné a decirle ¿”Cuál fue el problema Rafa?” Los ojos se le llenaron de lágrimas. “Mire Vasco (como buenos argentinos de entonces, siempre nos tratamos de usted) tuve un desliz en mi vida matrimonial, me había enamorado de una mujer mucho más joven que yo, locutora radial, pero un día toda aquella felicidad se desmoronó cuando ella decidió dejarme”

Y me vino a la memoria… “Ahora que me lo recuerda, algo había leído sobre el caso, creo que usted atentó contra la vida de ella” “Si Vasco, fue en plena calle, en el barrio porteño de Caballito. Me volví loco, saqué el revolver y le disparé, yo también traté de matarme pero me tuvieron en el hospital moribundo como tres días y parece que Dios, no me quiso. Después vino el juicio y aparte de perder mi fortuna con abogados, purgué aquella muerte con cuatro años de cárcel y fue gracias a Eva Duarte de Perón que se interesó por mi causa y pude salir antes de cumplir el total de la condena”.

Quedé en silencio, no sabía que decirle, me miró con su cara de abuelo cansado de andar caminos y me dijo “Por eso estoy aquí Zabalza, usted ha sido mi paño de lágrimas estos años, le agradezco mucho su amistad y su ayuda desinteresada” Tuve el gusto de conocer a su esposa un día que fue a visitarlo a Rosario. En 1969 dejé de trabajar en promociones de ventas para entrar en un laboratorio de medicamentos americano en el cual me jubilé en el 2000. Pero una noche de 1970, estando viendo televisión en mi casa, se corta el programa que estaban trasmitiendo y en la pantalla aparece la foto de ese amigo mío, Buono, con la leyenda “MURIÓ RAFAEL BUONO”

Adolfo Zabalza, Setiembre 2016, Pergamino, Argentina

EDITADO POR EDUARDO ALDISER – PONTEVEDRA 2016