Héctor Pedro Blomberg – El poeta distinto del tango

Dentro de la literatura poética de Blomberg encontraremos temas muy arraigados con el tango. Muchos de estos inspirados en leyendas y episodios de la época rosista. Es por eso que se puede afirmar que Blomberg es el precursor o el creador de un nuevo género de la canción histórica. Sin ser un revisionista escribió relatos de muertes y de amor, ubicándolos maravillosamente, con singular maestría, en los escenarios fratricidas del “rosismo”. En ellos habla de oficiales, bailes típicos, negros candomberos y cuchilleros.

 

Héctor Pedro Blomberg, datos biográficos
Por Andrés Hidalgo

Haremos un recorrido histórico sobre la vida y obra de este gran poeta y escritor argentino nacido un 18 de marzo de 1889 en Buenos Aires, en una casa de la calle Santiago del Estero 236 del pintoresco barrio de Montserrat. Era hijo de Pedro Blomberg y de Arcilia López. Su padre, de profesión ingeniero, ha nacido en Argentina, descendiente de marinos noruegos. Su madre, de origen paraguaya, se destacó como notable escritora y traductora.

Héctor Pedro Blomberg comienza sus estudios primarios en la escuela de su barrio. El secundario lo realizo en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Luego, alentado por su madre, y con el propósito de obtener un título universitario, ingresó a la Facultad de Ciencias Sociales, carrera que no completó, abandonó la facultad y libremente se fue dejando llevar por su vocación de escritor y poeta. Siendo muy joven, con tan solo 17 años, gana su primer premio literario. Obtuvo la medalla de oro de la Asociación Patriótica Española de Buenos Aires con una obra a la que tituló Oda a España.

En 1911, llevado por su impulso andariego, decide embarcarse con rumbo a Noruega, la tierra de sus ancestros. Este, su primer viaje, duró dos años. El amor que él sentía por el mar era inexplicable, le atraían los puertos lejanos y aquellos barcos flotando en alta mar. Héctor suponía que ese fenómeno de atracción se debía a alguno de sus antepasados noruegos, de los cuales él desciende y dice: “Quizás alguno de estos viejos marinos parientes míos, hayan visitado los mismos puertos que yo hoy he conocido”. Se sentía orgulloso de ser nieto de aquel viejo lobo de mar, su abuelo paterno, Juan Blomberg.

Bueno es aclarar que la obra literaria de Héctor Pedro Blomberg está impregnada de mares, puertos exóticos que huelen a tabernas, cigarros y a hombres de mar. Los títulos y el contenido de sus escritos lo dicen todo: A la deriva – Gaviota Perdida – Bajo la cruz del sur – Los habitantes del horizonte – La viajera perdida – Nave – Cuento de mar – Cantos navales argentinos. Blomberg fue un viajero incansable que, procurando ganar nuevos horizontes, cruzó el Atlántico en busca de los paisajes soñados, recorrió Europa y África. Todo fue registrado y en sus escritos relata uno a uno estos pormenores llenos de aventuras y nostalgias.


El aporte al Tango

Siguiendo la temática tanguera, Blomberg se une en dupla con Enrique Maciel, El negro Maciel, hombre de color nacido en el barrio de San Cristóbal, pianista y guitarrista además de autor y compositor. Con él escribió más de cuarenta temas registrados, otros tantos sin registros y algunos inéditos, entre las que se destacan: La mazorquera de Monserrat, La canción de Amalia, No quiero ni verte, La guitarrera de San Nicolás y La pulpera de Santa Lucía, valses – El adiós de Gabino Ezeiza, milonga – Las canciones Siete lágrimas, Los jazmines de San Ignacio y La china de la Mazorca – Los tangos Tirana unitaria, Violines gitanos, La que murió en París, Me lo dijo el corazón, La viajera perdida, Barrio Viejo del 80, La hija del mazorquero, Novia del mar, Rosa Morena y Los jazmines de San Ignacio. Enrique Maciel antes de de formar su propia orquesta, acompañó musicalmente por más de quince años a Ignacio Corsini, que ha cantado casi todos los temas de este dúo de creadores.


Obra Literaria y Periodística

Héctor Pedro Blomberg nos ha dejado un legado maravilloso, su obra literaria y periodística fue intensa. Decenas de publicaciones, novelas históricas entre ellas: Los pájaros que lloran (cuentos de gloria y agonía de la guerra del Paraguay) y La Pulpera de Santa Lucia. Como autor teatral escribió Barcos Amarrados, La Mulata del Restaurador y La Sangre de las Guitarras, esta obra fe representada artísticamente en el Teatro Colón de Buenos Aires . También muchos de sus relatos fueron emitidos en la radiofonía porteña. En 1938 la compañía de Teatro del Aire encabezada por Pascual Pellicciota y María Eva Duarte, Evita, realizó por Radio Mitre, Los Jardines del ochenta.

Como periodística escribió para los diarios La Razón y La Nación y en las revistas El Hogar, Fray Mocho y Caras y Caretas. Dentro de su trabajo literario podemos encontrar obras dedicadas a la educación del niño. Estos libros fueron muy importantes en su época, pues formaron parte de los programas de estudios en las escuelas argentinas.


El adiós de Héctor Pedro Blomberg

El 3 de abril de 1955 en su casa de la calle Caseros 731, donde vivía acompañado de su esposa Elena Smith, muere Héctor Pedro Blomberg, dejándonos un legado maravilloso compuesto de obras literarias, tangos, canciones y relatos. Por suerte algunos aún están archivados en aquellas viejas bibliotecas que nuestros abuelos supieron conservar. Allí están esperando que alguien sacuda su polvo, los saque a la vista, se digne a leerlos y, porque no, reeditarlos en nuevas publicaciones.


La Pulpera de Santa Lucía, su tema más difundido

Allá `cuando el año cuarenta moría´, Buenos Aires se desangraba acosada por el bloqueo naval francés y los movimientos revolucionarios que intentaban deponer al caudillo federal, Juan Manuel de Rosas. Este, con manos férreas y la suma del poder político, conducía los destinos de las Provincias Unidas del Río de La Plata imponiendo a sangre y a fuego sus ideas. Los salvajes unitarios, sus enemigos, y aún algunos sus propios adeptos, conocieron el filo del cuchillo de la Mazorca, sobrenombre de la Sociedad Rosista Restauradora que bajo la inspiración de la esposa del caudillo, Doña Encarnación Azcurra, constituyó un feroz ejército privado que impuso el terror como argumento político en la sociedad porteña. Sus tropas estaban formadas por malvivientes, gauchos alzados y desertores militares.
Entre ellos trascendieron nombres como los de Ciriaco Cutiño, Silverio Badia, Leandro Alem, el padre de Leandro N. Alem, Manuel Leiva, Manuel Troncoso, Santa Colona, Salomón y otros que mancharon sus manos con sangre de sus adversarios políticos transformándose en ejecutores de verdaderas matanzas, tristemente célebres, como las degollinas y fusilamientos de 1840 y 1842. El general Lavalle fue la cabeza de algunos movimientos conspirativos contra Rosas que se organizaban desde Montevideo, contando con la ayuda de hacendados, militares e intelectuales de la sociedad porteña. Tiempos difíciles para el amor, pero no imposible. ¡Cuán grande habrá sido la desazón del enamorado mazorquero, al comprobar que otro galán y para colmo del bando enemigo, le había birlado su prenda!

En 1783 Doña Josefa de Alquizolete, en el mismo lugar en que hoy se encuentra, Avenida Montes de Oca 550, hizo levantar un oratorio en homenaje a Santa Lucía, que congrega todos los años a los habitantes de la zona a la romería en honor a la santa. En ese barrio de extramuros, no exento de romanticismo y coraje, ubicó el autor Héctor Pedro Blomberg a la inolvidable pulpera de los ojos celestes.

No hay una versión cierta que el personaje de La Pulpera de Santa Lucía haya existido, sin embargo la anécdota ha quedado grabada en la memoria y el corazón de los porteños como la pulpera de los ojos celeste, que con su encanto impactó, atrayendo a los soldados de Rosas, El Restaurador. Hay quienes dicen que en la esquina de la Avenida Caseros y Martín García, había una pulpería atendida por Dionisia Miranda, quien sería la musa inspiradora de los versos de Blomberg.


Análisis poético de los versos de la Pulpera de Santa Lucia

Tantas son las dudas al respecto de quien fue La Pulpera de Santa Lucia que se puede decir que pudo ser cualquier mujer que haya atendido una pulpería en cualquier pueblo, ciudad o barrio. Otro personaje de la canción es El payador mazorquero ¿Quién fue? Cualquiera pudo ser: Un cantor popular, un payador aficionado a la canción, o simplemente un simpatizante del grupo rosista a quien le gustaba la payada en las pulperías. En uno de los versos el autor habla del “año cuarenta moría”, en esta expresión Blomberg hace la ubicación de su personaje en el tiempo, fin de los año de represión más sangrientos del rosismo, en torno a 1840.

También podemos alegar que hay algunas copias de esta canción que difieren en algunos de sus versos; hay quienes, razonando a su manera han cambiado palabras de los versos pero sin sentido poético, se han basados en un razonamiento personal. Esto lo podemos comprobar leyendo los versos de la sexta estrofa donde dicen: “No volvieron las trompas de Rosas”. El autor se refiere en esta estrofa a los músicos encargados de tocar la “trompeta” en el campo de batalla. Esta bella estrofa ha sido modificada por: “No volvieron las tropas de Rosas” Un concepto personal sin sentido poético.
El 1929 Ignacio Corsini acompañado por el trió de guitarras formado por Enrique Maciel, Eduardo Pagés y Rosendo Pesoa, grabó e inmortalizó este maravilloso vals, interpretando la partitura original, con su letra original de Héctor Pedro Blomberg y la música de Enrique Maciel.

La pulpera de Santa Lucia (vals) – Letra Original Letra: Héctor Pedro Blomberg Música: Enrique Maciel

Era rubia y sus ojos celestes
reflejaban la gloria del día
y cantaba como una calandria
la pulpera de Santa Lucía.
Era flor de la vieja parroquia
¿Quién fue el gaucho que no la quería?
Los soldados de cuatro cuarteles
suspiraban en la pulpería.

Le cantó el payador mazorquero
con un dulce gemir de vihuelas.
En la reja que olía a jazmines
en el patio que olía a diamelas:
«Con el alma te quiero, pulpera
y algún día tendrás que ser mía»,
mientras llenan las noches del barrio
las guitarras de Santa Lucía.

La llevó un payador de Lavalle
cuando el año cuarenta moría;
ya no alumbran sus ojos celestes
la parroquia de Santa Lucía.
No volvieron los trompas de Rosas
a cantarle vidalas y cielos;
en la reja de la pulpería
los jazmines lloraban de celos.

Y volvió el payador mazorquero
a cantar en el patio vacío
la doliente y postrer serenata
que llevábase el viento del río :
«¿Dónde estás con tus ojos celestes
oh pulpera que no fuiste mía?
¡Cómo lloran por ti las guitarras,
las guitarras de Santa Lucía!».

Andrés “Lolo” Hidalgo

andreshidalgo1948@yahoo.com.ar    eleoandres@gmail.com

EDICIÓN DE EDUARDO ALDISER – PONTEVEDRA 2014