Allí está él, su alma, su razón de ser. Rosarino, tanguero y centralista, Roberto Fontanarrosa miraba la vida desde el atalaya del Café El Cairo, y asi es que la dejó escrachada para irse pero quedarse. Está en los libros, en cada recuadro de las tiras de Inodoro Pereyra y el inconfundible Mendieta. Siempre se acuerda de él un amigazo, Juanjo Minatel, que si quiere tanto a Rosario en parte se puede deber al Negro Fontanarrosa. Así nos contó estas cosas en su Rosas de Otoño…