Nacido el mismo año que Carlos Gardel, tiene como el Zorzal Criollo un origen sin develar. Podría ser un gran apelativo en campañas contra el aborto. Una mujer de alta condición social, según parece por las ropas con que lo vistieron, prefirió dejarlo en las puertas de un asilo tras nacer hacia el 1 de marzo de 1890.
Como fue adoptado por un italiano, Manuel Chinchela, y una entrerriana de Gualeguaychú con carbonería en el barrio de la Boca, y Chinchela, que se pronuncia Quinquela, el destino lo fue guiando… ese acarreador de carbón desde la bodega de una barco que vemos en sus cuadros, puede ser él mismo, porque de todo hizo Benito Quinquela Martín y eso también.
Por el barrio andaba otro joven, más difícil que él y de carácter áspero, Juan de Dios Filiberto, unos pocos años mayor. Se fueron entrecruzando sus vidas, manteniendo una amistad tan larga como sus existencias. La Calle Caminito los reúne al compositor del tango y al creador de un estilo para dar vida a esas casas que son como barcos que se pasaron del amarre en el Riachuelo de fuertes pecinas y aguas muertas.
Sin Quinquela Martín de vecino, La Boca habría sido distinta
Cuando pasaron los años, el gran artista que fue Quinquela Martín fue devolviendo en obras lo que recibió casi de rebote, el vivir y ser de la Boca. Así el Museo Escuela Pedro de Mendoza funciona donde antes había una fonda que tuvo a su madre, Justina Molina, cuando llegó de los pagos entrerrianos. Todo empezó en 1933 cuando donó al gobierno argentino un terreno para que se construyera en él un colegio primario y un lugar para trabajar y vivir él mismo. Así se llega al 19 de julio de 1936, cuando se inaugura la Escuela Pedro de Mendoza conjugando arte y pedagogía en procura del mejoramiento de las capacidades perceptivas y de aprendizaje de los niños. En sus paredes quedó plasmado su arte en dieciocho murales y desde 1938 viene funcionando el Museo de Artistas Argentinos. En la Sala Sívori, se realizan exposiciones de grandes maestros del arte argentino, reconocidos creadores contemporáneos y artistas emergentes. En lo que fuera su vivienda y atelier funciona la Casa – Museo de Benito Quinquela Martín, donde se exhiben sus grandes obras y objetos personales, todo esto en la Avenida Pedro de Mendoza 1835 de Buenos Aires. A lo largo de su vida realizó varias donaciones que significaron crear centros escolares, de atención médica, de arte…
Sus cuadros son vigorosos, sus colores palpitan… el barrio de La Boca mismo se ha impregnado de su arte. Esa idea de darle colorido surgió por la iniciativa y hasta las pinceladas de Quinquela Martín, que cuando hacía sus obras trabajaba con espátula, difícil técnica pictórica. A él nadie le enseño, la vida acaso o unos genes que tal vez nos llevarían a artistas porteños. Si quien lo depositó en el portal de aquel asilo de San Isidro regentado por las Hermanas de Caridad hubiera vuelto un día con la mitad del pañuelo que dejó en la canastita, algo podríamos saber de ese genio creativo que venía de fábrica y que, al convivir con el mundo apasionante y genovés del Riachuelo, le inspiró obras que están expuestas en museos de arte de Argentina y el mundo.
Quinquela Martín y La Orden del Tornillo
Quinquela consideraba que la creación artística surge de cabezas un poco deschavetadas. Por eso creó La Orden del Tornillo, que cada año se entregaba a una figura destacada de Argentina, siempre que reuniera esa condición… que le faltara un tornillo. Pero antes lo había vivido todo… con momentos muy difíciles, incluso la estancia de varios meses en Villa Dolores, Provincia de Córdoba, para curar esa tuberculosis que hacía estragos.
Como pasó con la pintura, su propia cultura la modeló con lecturas que le permitieran conocer el mundo desde los libros. Se dice que el libro El arte del famoso escultor francés Auguste Rodin le marcó el derrotero. Decía el genio parisino que el arte debe ser sencillo y natural, inspirado en el entorno del artista, antes que «quemarse las pestañas persiguiendo motivos ajenos». Nuestro gran pintor argentino lo aplicó nutriéndose de esas calles, riacho, barcos abandonados y gentes de La Boca y Barracas. Además lo dijo a su manera, «Pinta tu aldea y pintaras el mundo».
Uno de los primeros viajes fuera de Argentina realizados fue a Madrid, España, donde el Presidente Marcelo T. de Alvear le consigue un puesto en la Embajada de Argentina y se conecta con grandes personalidades españolas de la época. Luego vendrían otras travesías con meses de estancia en distintos países con sus cuadros a cuesta, en exposiciones que concitaron el interés del mundo del arte.
Cuando Quinquela Martín decoró su propio ataud
Con mucha anticipación había decorado Quinquela su ataúd. Así lo relata Federico Cichero, empresario de pompas fúnebres: «Quinquela escribió una carta a mi padre en 1958 solicitando que le realizara un ataúd que él después pintaría y así se hizo. Como las manijas se descascaraban porque no tomaban la pintura, las cambiaron por una especie de baranda de madera. A raíz de varias inundaciones, por las cuales ingresó el agua, el féretro quedó flotando muchas veces, debiendo ser restaurado por el pintor. En el interior del féretro pintó la bandera argentina, porque quería descansar directamente sobre la madera, y sobre nuestro símbolo patrio. Él pidió ser sepultado, pero su esposa prefirió colocarlo en un nicho, en Chacarita. Después de unos años, se le hizo un mausoleo, al lado del de Luis Sandrini y cuando lo trasladaron allí, el féretro estaba destruido por una filtración que hubo en el nicho. Yo me llevé una manija de recuerdo, y el Administrador del Cementerio me pidió permiso para llevarse la parte de la tapa, donde Quinquela había pintado un barco.»
Digamos que aquel ataúd lo recibió a Quinquela Martín el martes 28 de enero de 1977, cuando estaba cercano a los ochenta y siete años.
Vídeo realizado por Héctor Martino
TEXTO DE EDUARDO ALDISER – PONTEVEDRA 2015