Nos unen tantas cosas, a partirde nuestra italianidad, que no es extraño que su poesía me resulte familiar, como escuchada en la cocina de campo de mis nonni italiani. Gaspar, el padre de José Pedroni dejó obras suyas en las casas de su pueblo de Gálvez, provincia de Santa Fe, en la pampa de Argentina que él ha plasmado en `El nivel´ o `La plomada´. Mi padre, Miguel, en el pueblito cordobés nuestro, con rejas de hierro forjado. Pedroni nació un 21 de setiembre, yo soy del 22, ambos primaverales. Ha estudiado en Rosario donde además trabajó en diversas empresas, allí viví desde niño
Pedroni, palabras en español para relatar sentimientos gringos
José Pedroni trabajó en una fábrica de maquinarias agrícolas, la de Nicolás Schneider en esa ciudad de Esperanza, donde llegó ya con su título conseguido en Escuela Superior de Comercio de Rosario. Ahora bien, tuvo un atributo al que acceden pocos, aunque muchos escriban en versos, y es el ser poeta. Muy buen poeta por cierto, aunque no lo jaleen en la metrópoli argentina porque no tuvo más pretensión que contarnos a los pampeanos sobre esa invasión gringa de italianos, alemanes, suizos, austríacos, colonias judías de muchos países, húngaros, algún holandés o francés por la provincia de Buenos Aires, búlgaros, rumanos, croatas, polacos, ucranianos…
José Pedroni, poeta argentino nacido en Gálvez, provincia de Santa Fe, Argentina
Sus versos, como los de Gagliardi con la ciudad de Buenos Aires, pero con más vuelo poético, pintan en los lienzos de nuestra imaginación esos momentos que vivimos o contaron los mayores. Los caminos polvorientos, las parvas, el sulky, el hogar con aquel patio amplio con gallinas y polluelos piando, esa trilladora (como la recordé en este vídeo) y hasta supo reflejar en un poema al Turismo de Carretera que he recordado en una nota, al impactarlo la muerte de Eusebio Marcilla, el gran corredor de Junín, conocido por “El Caballero del Camino”, al que había visto pasar horas antes por Esperanza.
José Pedroni, el poeta de los que somos pampeanos
Don José… usted es nuestro, déjelos a los de las ciudades grandes con sus poetas, nunca sabrán decir “¿Dónde se hallaba el oro de todos alabado? El oro estaba en un pequeño árbol; el oro era un engaño: solo pequeñas flores de oro perfumado. Aromitos floridos, orillas del Salado”
¿Sabe? A veces en emisoras de radio, escenarios o tertulias de amigos que gustan de la poesía, me le atrevo a estos versos suyos. Lo siento muy profundo y cuando los recito, el chico que va siguiendo el carrito aguatero soy yo mismo. Es que nacimos en los mismos días de setiembre y en benditos pueblos del campo argentino, seguramente con sentimientos parecidos.
«La trilladora»
Ahora la niñez es de avión por el cielo.
La mía fue de nube. No cambio mi recuerdo.
Aquel rancho, aquel árbol, aquel trigal inmenso,
aquella trilladora que atravesaba el pueblo.
Ahora la niñez es de coche en el viento.
La mía fue de pájaro sobre caballo suelto.
Aquel carro, aquel árbol, aquel poste de hornero
con música en el alma… No cambio mi recuerdo.
Ahora la niñez es de fulgor eléctrico.
La mía fue de lámpara y de luna naciendo.
Aquel poste, aquel árbol aquel arroyo lento
con ángel en la orilla… No cambio mi recuerdo.
Todo está en el ayer como si fuera un cuento.
«La trilladora» llámase, y no tiene regreso.
Dormía nueve meses y despertaba al décimo.
Iba de parva en parva desde noviembre a enero.
Hundiendo alcantarillas y soplando del suelo
– vidrio pulverizado- bandadas de jilgueros.
¡Qué dulce era su canto de sirena, a lo lejos!
Enamoraba al hombre e invitaba al ensueño.
Se perdió en la llanura con su motor de fuego,
su vagón, su casilla, su carrito aguatero.
Un niño la seguía con paloma, y no ha vuelto.
Era callado, triste… No cambio mi recuerdo.
En un LP que escuché mil veces, allá por los años `60 José Pedroni recitó sus poemas, como éste, Manos
TEXTO DE EDUARDO ALDISER – MADRID 2010