Veredas que ya no están… - Argentina Mundo - Desde España

No es que hayan desaparecido, pero sí que se transformaron. Nuestras veredas (las aceras) de aquella Argentina, tanto en los barrios de Buenos Aires, Rosario, Córdoba… como en la de cualquier pueblo o ciudad, eran en sí mismas un lugar de actividades sociales.
Por la mañana, con la barrida, las vecinas y algún vecino jubilado entrecruzaban amenas charlas, repetidas tal vez, muchas veces amenizadas con una ronda de mate, con la que se sumaba la doña que no estaba con la escoba pero quería terciar en el chismerío matutino. Estaba la que la baldeaba y con el agua se iban las marcas de tiza de una rayuela que esperaba a que Cortázar la inmortalizara.
Y allí están las marcas de los pelotazos entre dos pilares de un muro de la despensa, lejos de las vidrieras, que los chicos usaban para tirar penales o jugar a la cabeceada, justo al lado del potrero, que ponía una pincelada verde de césped mantenido al ras por los que soñaban con Labruna o Sanfilipo.
Esas mismas veredas que en la Nochebuena y Fin de Año se transformaban en alargado comedor, emplazadas las mesas de todos los vecinos, con los brindis y visitas para probar aquel plato preparado por Doña Juana. Siempre había una o varias mesas que aportaban la música de un acordeón, el guitarrero y el de voz gangosa con berretín de cantor.
Sin esas baldosas de barrio… cómo se hubieran hecho milongas esos versos de Silueta Porteña… “repiqueteando tu taquito en la vereda”. Las transitaban los vendedores ambulantes, el diarero, los cajones con la soda se apoyaban al costado y de la mañana a la noche la vivíamos como el vaso comunicante que era.
Me dicen que ahora todo ha cambiado y no para bien. Que el malandrinaje se ha hecho dueño de la calle y la gente honesta vive atrincherada en sus casas, negocios, oficinas. Pero es bueno recordar que hubo un tiempo distinto, sin dudas mejor… el de las veredas de chicas y muchachos de guardapolvo, caminando despreocupados camino al colegio, con sus voces cantarinas y las carteras balanceadas.
Y al final, usted, Julio Cortázar… allá, desde lejos, las soñó y dijo cuanto hay que decir, que Juan Carlos `Tata´ Cedrón lo dejó bien cantado, acompañado por Roberto Caldarella, en el Sello Polydor
Veredas de Buenos Aires
Poema y tango argentino (1980)
Letra: Julio Cortázar
Música: Edgardo Cantón
De pibes la llamamos: “la vedera”
Y a ella le gustó que la quisiéramos,
En su torno sufrido dibujamos
Tantas rayuelas.
Después, ya más compadres, taconeando
Dimos vuelta manzana con la barra,
Silbando fuerte para que la rubia
Del almacén saliera, con sus lindas trenzas
A la ventana.
A mí me tocó un día irme muy lejos
Pero no me olvidé de las veredas
Pero no me olvidé de las “vederas”.
Aquí o allá, las siento en los tamangos
Como la fiel caricia de mi tierra.
¡Cuánto andaré por “ ái ”
hasta que pueda volver a verlas...!
(Imagen de portada: Cecilia Gabbi)
Eduardo Aldiser
Argentina Tango ha sido distinguida en el Congreso de la Nación, Buenos Aires, Día del Tango de 2012
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